¿Poesía basada en hechos reales?
Por Irene Sánchez Carrón
Publicado en nº 1 (Primavera 2015)

Aunque ambos propósitos no son excluyentes, siempre he percibido la poesía más como un género de ficción que como un vehículo de expresión de los propios sentimientos y vivencias biográficas. Así nos lo enseñaron los tratados más básicos: los géneros de ficción son la novela, el teatro y la poesía. Sin embargo, si con la novela y el teatro no existen vacilaciones al respecto, el carácter ficcional de la poesía no es aceptado siempre con tanta naturalidad. De esto empecé a percatarme no cuando comencé a escribir sino cuando mis poemas salieron del cajón y yo, la autora real, me vi frente al público en lecturas poéticas y talleres de creación. Pronto me di cuenta de que al menos una parte del auditorio parecía demandar que la anécdota del poema estuviera siempre respaldada por una vivencia personal de quien lo había escrito. 

Mientras en una novela o en una obra de teatro puede resultar anecdótico y hasta curioso que la trama se base en hechos reales, en una composición lírica el poso de realidad se da por hecho, hasta el punto de que en poesía lo anecdótico es que la composición se base en experiencias que no le han sucedido al propio autor. Si en algunas películas se nos advierte de que la trama está basada en hechos reales, en poesía sucede todo lo contrario: la advertencia se hace cuando esto no es así. De estas reflexiones y reivindicaciones de la ficción dentro del género poético ya dejé constancia en un breve artículo que puede consultarse en internet, titulado “Los falsos días hermosos: la poesía como género de ficción” (Sánchez Carrón, 2006). 

Como ya ha señalado la crítica, esta identificación del sujeto lírico con el autor real llega a su máxima expresión con el Romanticismo y ha dejado una gran impronta en la interpretación de los textos, impronta que llega hasta nuestros días. El deseo de escapar de esta identificación ha llevado a muchos autores a echar mano de recursos como la heteronimia, los apócrifos y los correlatos objetivos. Se trata de intentar que el auditorio olvide por un momento al autor de carne y hueso y selle el mismo pacto ficcional que acepta para la novela y el teatro. Machado busca su mejor “yo” cuando se disfraza de Juan de Mairena. Félix Grande huye de la poesía que había escrito anteriormente creando a un heterónimo, Horacio Martín, que se expresa de otra manera y transita otros temas. 

El hecho de la no aceptación de la poesía como género de ficción provoca que el uso de recursos como la heteronimia, los apócrifos y los correlatos objetivos se interprete casi siempre desde un punto de vista negativo: o bien como una necesidad de ocultación o bien como la expresión de una crisis personal del autor y hasta como síntoma de patologías de tipo esquizofrénico, como recoge Mora (2000) al hablar de Félix Grande. Las máscaras se justifican por una especie de pudor o cobardía del autor real que le lleva a esconder su rostro o sus verdaderos sentimientos ante el posible público. El heterónimo o el correlato se sitúan en la primera línea de fuego y reciben las balas mientras el escritor real sale ileso de la contienda literaria. 

En el mismo rumbo de negación podemos situar los análisis que emparentan los recursos de ocultación con mecanismos de censura. El heterónimo y el correlato resultarían, así, prácticas de autocensura o estrategias para sortear la censura que han padecido los autores en todas las épocas. Y digo en todas las épocas porque en unos casos estos mecanismos de control son más explícitos y en otros más sutiles.  Sea cual sea la situación, estos recursos permiten al autor proclamar lo que siente y lo que piensa en el seno de una sociedad cuyas normas y costumbres oprimen la libertad de expresión y, por tanto, la creatividad. 

Junto a estas interpretaciones, quisiera reivindicar el escamoteo del sujeto lírico desde puntos de vista más positivos e intraliterarios. Si se aceptara sin tantas vacilaciones que la poesía es un género ficcional entenderíamos que los poetas persigan la variedad, el juego y la experimentación como hacen todos los artistas: pintores, escultores, músicos y, por supuesto, novelistas y dramaturgos. En estos casos la variedad es vista como riqueza estética y no como ocultación o patología. Estos recursos pueden ser considerados frutos de la experimentación, de la curiosidad o de un legítimo deseo de cambio de estilo. Así lo expresa Félix Grande al explicar su voluntad de cambio de rumbo estético tras el éxito de Blanco Spirituals (1967), que le llevó a la publicación de Puedo escribir los versos más tristes esta noche (1971) y Las Rubáiyátas de Horacio Martín (1978). La segunda parte de la cita se refiere a este personaje-poeta creado por el autor para llevar a cabo un radical viraje estético:

Me aconsejé a mí mismo iniciar dos nuevas aventuras verbales, difíciles las dos y silenciosas: escribir poesía en prosa y escribir poemas breves. Puedo escribir los versos más tristes esta noche, acaso el más nocturno de mis libros, me ayudó a sentirme de nuevo extraviado en las galerías de mi alma. (…)
Me proponía comprobar si era capaz de renunciar a las legítimas comodidades que otorgan la retórica y la abundancia, y de ajustarme a las leyes estrictas del poema breve y la escritura despojada. Como tema elegí el amor, el deseo: quería intentar tocar con las palabras el milagro de lo desnudo (Félix Grande, 2006, pp. 14-15).

  
No se percibe negatividad ni patología en las declaraciones del poeta extremeño recogidas por el editor y prologuista de esta antología, Hilario Jiménez Gómez. Más bien se aprecia la decidida voluntad de estilo de un artista con una fuerte personalidad, dueño de una voz propia, que, sin embargo, persigue embarcarse en otras “aventuras verbales” y temáticas.

En esta línea de búsqueda y experimentación, de diálogo con la tradición literaria, de interacción con la historia y con el caudal artístico que puebla el imaginario de los poetas me gustaría interpretar el recurso al disfraz y a la invención de personajes dentro de la poesía. No como carencia o patología, sino como riqueza y deseo de innovación.        


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BOUSOÑO, C. (1985). Teoría de la expresión poética. Madrid: Gredos.          
CARREÑO, A. (1981). La dialéctica de la identidad en la poesía contemporánea: la persona, la máscara. Madrid: Gredos.
GENETTE, G. (1991). Ficción y dicción. Barcelona: Lumen.
GRANDE, F. (2006). Una grieta por la que entra la nieve. Sevilla: Renacimiento.
MORA, F. J. (2000). “Literatura y esquizofrenia: en torno a Las Rubáiyátas de Horacio Martín de Félix Grande”. Actas del IX Seminario Internacional del Instituto de Semiótica literaria, teatral y nuevas tecnologías de la UNED, ed. J. Romera Castillo y F. Gutiérrez Carbajo, Madrid, Visor, pp. 431-441.
SÁNCHEZ CARRÓN, I. (2006). “Los falsos días hermosos. La poesía como género de ficción”, Per Abbat, 1. 119-122.