En tierra de nadie  (Poema anotado) (1)

Un poema de Javier Pérez Walias
Publicado en nº 1 (Primavera de 2015)


Luego coja la silla y siéntese, de cara a la pared.
Pregunte.
Acerque su oído y péguelo a la pared, escuche atentamente. Al principio, nada. Roce con la yema de los dedos la superficie, pegue las palmas de las manos. Desde tiempo inmemorial las paredes tienen un poder mágico, casi sagrado. Trate de captar la respuesta a través del tacto, por ósmosis. Pregunte una y otra vez, a veces a viva voz, a veces en silencio. Deje que el tiempo también trabaje su parte. Haga de este proceso una forma de vida. […]

PARA  H
lo difícil es hacer las preguntas
rozar los límites
—en tierra de nadie—
sobrevivir sin escafandra al primer aliento de las estrellas
o a la última cena sin la urgencia del engaño ni el milagro de los
    panes y los peces
sobrevivir a la última catástrofe del mundo
o al  primer beso
sin la lluvia en sordina de los bandoneones o bajo la música ajena de
    los ignorados

lo difícil es hacer las preguntas
acariciar los límites
bajo el oscuro grisú de las mañanas perdidas
que nunca vuelven
mientras un extraño empuja tu vagoneta hacia los senderos del último
alarido de la tierra
sin haber sentido nunca de cerca
ni una sola vez —al menos— con la respiración convulsa y en silencio
la mirada salina de un ahogado
o el llanto roto (2)
por la agonía de los árboles

lo difícil es hacer las preguntas
rozar los límites
ante un rostro sin palabras o ante una silla sin nadie
ahí detenida
(sin un punto de luz)
frente a la pared en una habitación blanca
acariciar los límites
para lanzar la honda cargada de palabras azules —en un arrebato de incertidumbre— 
hacia el pez que cuelga del anzuelo
hacia el pez que se agita
en medio del frío y los hilos eléctricos de la muerte
hacia el movimiento púrpura de las nubes
bajo el cobijo de los epistolarios y los raíles de cuerda

lo difícil es hacer las preguntas
rozar los límites
junto a unos zapatos desnudos a la intemperie sin ataduras
y unas raíces resucitadas a lápiz
que crecen hasta el fondo en erupción
de la conciencia
y unos cordones desatados que huyen
como lágrimas de pájaro
por la nieve
de todas las cartografías y de todas las baldosas

lo difícil es hacer las preguntas
acariciar los límites
ante una sonrisa que no llega a ser ni mueca
ante la melancolía de las tardes de domingo iluminadas a carboncillo
y del otro lado
la nostalgia por haber vivido
ante cada minuto que pesa y nos salva
ante la no presencia del hijo lapidado frente a la madre
ante la fruta del carámbano en el aterido huerto
ante la punta seca de los ácidos
y el olor a manzana verde que se precipita desde el firmamento
en los quirófanos y en los hospitales
ante la bondad de aquel que aún no ha regresado
de aquel que se ausentó
por los enjambres de la luna persiguiendo
una mantis religiosa
o ante la bondad de aquel que se fue a buscar agua al río un atardecer
    de abril
y nos trajo en las gasas del crepúsculo
los colores de los castaños y los robles y los madroños
y los esparció
por la bahía de todos los confines
como pompas transparentes de salitre y caramelo

lo difícil es hacer las preguntas
rozar los límites
ante la desnudez en los cráneos de los insomnes
ante unos cuerpos que bracean ya sin aliento
que nadan abrazados
al antojo de las aguas
buscando la feliz orilla 
y encuentran
solo
la amapola inmensa de la tenaza y el olvido
apenas antes supe de la belleza
apenas antes –desde otras pupilas– vi la tinta
fluir
con tanta claridad
precipitarse así
(lentamente)
para arrojar las piedras sagradas
de la liturgia y los escapularios
apenas antes supe del vacío inmóvil en las poleas
ni en las explosiones carmesíes de los racimos
ni en las alcobas ciegas
ni en los estercoleros donde se alimentan las libélulas
ni en los inacabados cortometrajes
mudos
ni en las cacerolas que aun huérfanas
se deslizan como almas en pena
como temblorosos querubines
sobre el fogón
de los hambrientos
parvularios
apenas antes supe del rocío tras la noche en los desagües
de los aliviaderos públicos
ni en los kioscos de prensa
ni en los carritos de los helados
ni en las trincheras 
ni en las galerías de los manicomios
ni en los vis a vis de las cárceles
ni en los cantos de sirena de las ambulancias
ni en las urgencias
                               de las licorerías
en mi garganta de mil caballos que duermen mientras galopan
he encendido luces de gálibo para las tinieblas
bujías y lámparas de aceite para las tinieblas
carburos y dinamos para las tinieblas
lo he dispuesto todo así
todo así dispuesto para arrojar piedras a los ríos profundos de las
    interrogaciones
para poder dibujar en los muros soñados de la lluvia
un balcón con lirios blancos
del que cuelguen
al sol
          zurcidos
los pecados de todas las infancias

lo difícil es hacer las preguntas ¿recuerdas?
deshacer los límites
para que el vuelo
                             del hombre
con cabeza de pájaro
que viajó hacia el limbo apacible de las piedras y las indagaciones
hacia la felicidad o el sufrimiento y el exilio
no sea
sino una línea
muy
frágil
de sangre
                 que se multiplica
bajo la lengua glaciar de tu memoria
un nudo de bambú mostrándote el camino en medio del jardín del
unicornio

[…] Ahora ya puede levantarse. (3)


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(1)  En "Poesía para no olvidar", el prólogo a Otrora. (Antología poética 1988-2014) de Javier Pérez Walias, selección publicada en 2014 (Madrid, Calambur Editorial), Eduardo Moga escribe: «El poema "Ojo de halcón", de A este lado oscuro del cauce, sintetiza estos dos impulsos raigales del poeta, mirar y volar: el ave "cual dulce pupila o fruto/ retoma presto las alturas/ para apresarlo todo,/ todo el fulgor/ sobre la verde umbría de las aguas,/ sobre el calor ciego/ de la claridad/ ausente". En una composición muy posterior, "En tierra de nadie", perteneciente a Arrojar piedras, la síntesis es ya ontológica: el hombre se ha convertido en pájaro, como una de esas criaturas híbridas de la mitología egipcia, y participa de su naturaleza fugitiva y libérrima: "lo difícil es (…)/ deshacer los límites/ para que el vuelo/ del hombre/ con cabeza de pájaro/ que viajó hacia el limbo apacible de las piedras y las indagaciones/ hacia la felicidad o el sufrimiento y el exilio/ no sea/ sino una línea/ muy/ frágil/ de sangre/ que se multiplica…"» (pág. 17). (...) «Preguntar, como mirar, es arduo, y definitorio: nos perfila en el caos de lo indeterminado, nos sustrae a la angustia de lo no dicho. Lo recuerda el estribillo de "En tierra de nadie", "lo difícil es hacer las preguntas" —que es el título de una exposición de 2004 del artista visual extremeño Javier Roz, al que está dedicado el poema—» (pág. 19).
(2)  "Llanto roto" es el título de una obra del artista plástico Nacho Lobato, dicha obra pertenece a su exposición "Coexistir" y fue realizada en técnica mixta sobre una fotografía original de Pérez Walias, en ella el artista reproduce los versos de «En tierra de nadie» "lo difícil es hacer las preguntas/ acariciar los límites/ (...) sin haber sentido nunca de cerca/ (...) el llanto roto/ por la agonía de los árboles".
(3)  La cita discontinua que abre y cierra este poema —a modo de acotación teatral— pertenece asimismo al artista visual Javier Roz.