Juan Ramón Jiménez en Coral Gables
William Navarrete
Publicado en nº 2 (Primavera 2016)


Y ya muy tarde, ayer tarde
oí hablarme a los árboles.

JRJ, Árboles hombres


Juan Ramón Jiménez se bajó del auto
para comerse una hamburguesa
en el drive–in recién inaugurado
por un judío ruso de Manhattan
en las lindes del Downtown.
Ha alquilado una casita en Coral Gables,
una de piel arrugada y palmera solitaria
y se aburre como una ostra
con el verdor perfecto de su césped
y la sonrisa siempre cortés del vecino.
Tiene fama de buscapleitos,
se ha disgustado con sus congéneres
y ahora la emprende con ese laberinto
de calles de la engañosa España
que ostentan de su patria solo nombres
mal escritos y un rosario de rabia contenida.
Entonces le hinca el diente a aquella cosa
rebosante de ketchup y de onion rings
que le sirve un muchacho uniformado
mientras Zenobia se mira entretenida
en el retrovisor del nuevo auto.
Y en ese justo instante, cuando no se lo esperaba,
Juan Ramón entendió, por vez primera,
que no tendría más casa en esta tierra
que unas sórdidas marismas azuladas.

Del poemario inédito Animal en vilo