Nacidos en los ochenta. Apuntes para un relato generacional
Por Urbano Pérez Sánchez
Publicado en nº 3 (Primavera 2017)


Por qué me cuentas esto a mí si yo no te pedí explicaciones. 
Bastante tengo con cuidarme yo a mi manera que no es la buena. 
Joaquín Pascual


Asiste a un grupo para dejar la cocaína. Paseamos por el barrio: un terreno baldío entre edificios, bares mugrientos, miradas torvas… Dentro de nada cumpliremos treinta y tres. 
 
Hemos conseguido eso que siempre deseamos mientras hacíamos la carrera, que el mundo se olvide de nosotros.
 
*
 
Sabemos lo del aborto por su hermana, lo que ha cambiado desde entonces. Pero aguardamos detrás de las convenciones, de las preguntas sin importancia: ¡tremendo el terremoto en Asia!, ¿sabéis que Bea se operó las tetas?, ¡este puente iremos a Cuenca!, ¿no os pasa que cuanto menos tenéis que hacer, más sucia y dejada está vuestra casa?
 
A veces parece que algunas palabras estuvieran precintadas y sentimos la obligación de respetar ese límite, de permanecer detrás del cordón.
 
La línea de la vida, la de la desesperación. Paralelas. Próximas por momentos. Ella está agarrada a ambas ahora mismo. Un ejercicio complejo.
 
*
 
Estamos fumando y dice Noséquién sin venir a cuento: “¿Qué futuro nos espera?” 
 
No contesto, nadie contesta. 
 
Dichosa manía de meternos solos en la olla y encender el fuego. 
 
*
 
X le dice a Y que se siente mal, como despegada, cuando la gente a su alrededor está borracha o eufórica. Y le dice a X que le perdone, que se le ha terminado la copa y han puesto una canción que le encanta.
 
*
 
Vino y después Gin-tonics. El tío de la barba perfecta, amigo de amigos, y la charla sobre smartphones, parejas, restaurantes… ¿Podrías por una noche, por esta noche, dejar a un lado tu precaria vida y callarte un poco?             
       
*
 
- De eso saben mucho los camareros, aunque la mayoría intente disimular.
 
- ¿A qué te refieres?
 
- A que nos vamos hundiendo en lo que somos conforme pasan las horas, como tu colchón de invitados. 
 
- Cabronazo. ¡Jajaja!
 
*
 
Si ese día estoy ágil, hago alguna broma para, como suele decirse, “quitar hierro” al asunto. Me echo a reír con energía. Si sigue como si nada, comienzo a buscar cómplices con la mirada: para atraerlos o directamente para que me rescaten. 
 
Tratamos de diferenciarnos mediante tatuajes, profesiones trascendentes, hobbies, complementos de moda. Nadie lo consigue ya porque compartimos crisis, psicólogos, medicación. 
 
¿No sientes, cuando alguien se expone de esa manera, como si entraras a robar en una obra?