¿Muerte a lo lejos?
26 de diciembre de 2016

Por José Luis Bernal Salgado
Publicado en nº 3 (Primavera 2017)
 
A Alejandro Muñoz Márquez
y a mis alumnos de Literatura española contemporánea


Una leve jornada, como un leve roce,
me ha mostrado el dibujo quebradizo
de la tela delicada de la vida.

El instante me exalta, entre las sombras
pintadas de trajines, corpulentas.
Ignoro al caminar este zurcido
débil, tan tozudo, que me recose el pecho
al eclipse fugaz del minutero.

Ni sonaron clarines, verdeantes,
ni el viento espabiló la lencería.
Uno vive sin ser a cada instante
notario del milagro de la vida.

Era un atardecer, de anochecida,
en el límite exacto de la almendra,
sin círculo perfecto o simetría,
con la mole crecida de las Ventas
y el gélido perfume de las sombras,
cuando quiso embestirme la Temida,
con su cita precisa sin aurora.

Nunca llegó a ser pase de pecho,
se quedó en un rasguño dolorido.

Y atónito de ser un transeúnte,
que sigue caminando entre los vivos,
me atraganté de miedo y de posibles.

La historia de Alejandro,
sin música ni letra,
anónima tenaz, como un suspiro,
como todas las muertes cenicientas,
me impuso en aquel trance revelado
su ley más miserable: su accidente.