Non finito: refundición y plagio de un texto de Óscar de la Torre (1)
Por Julio César Galán
Publicado en nº 2 (Primavera 2016)

Hace años, allá por el 2006, le comenté a Diego Jesús Jiménez, amigo y maestro, que mi intención poética necesitaba dar cuenta de la amplitud del poema, de todo aquello que se queda por el camino. En su momento no me decidí con Tres veces luz y acabé por normalizarlo (El primer día (2) se mantuvo oculto hasta su justa consumación), pues este libro contenía aquello que vendría después: Inclinación al envés (Pre-textos, 2014) y aquello que aún no había enseñado en El primer día, poemarios que me van a servir para hablar un poco sobre identidad y concepción del texto poético. Empecemos por una serie de aforismos que son caros a cuanto quiero decir: 1.) “El proceso es el fin”; 2.) El poema es un aprendizaje por error, así que hay que mostrar también esos errores”; y 3.) “Crear es interpretar y viceversa”. Estos aforismos quieren dar cuenta de la poesía como transcurso y transformación incesante; quieren sacar el antes, el durante y el después del poema, así como las identidades que lleva dentro; quieren reflejar todo un conjunto de transtextualidad, hipertextualidad, paratextualidad, etc., el cual expone su visión del texto a modo de metamorfosis (también, de la identidad del autor y de sus otredades) o como versión plural y proteica. 
 
La muestra de las distintas vidas de un poema por medio de múltiples notas, de versos excluidos, de lectores integrados en el texto, heterónimos, versiones, reescrituras, tachados, lexicalizaciones, símbolos que hablan del inacabamiento de cada textualidad, etc, exponen todo un abanico de logofagias. Con este arsenal se intenta, en esencia, revelar la sinceridad de uno mismo con la creación poética, es decir, no caer en la concepción del poema como espacio cerrado, concluido y perfecto. Nos encontramos en la diseminación como una pluralidad de sentidos del texto y desde aquí podemos tomar, transformando a Derrida, las re-creaciones como reflejo de esa variedad.

En cada texto hay una labor oculta de reescritura, a veces palpable en borradores y revisiones que dan cuenta de su proceso genético, creando una serialización de espejos sobre el poema último. Corrección y reescritura: un elogio del boceto. Por eso, la creación poética, desde este punto de vista que vengo exponiendo, es un conjunto “de huellas del texto primitivo”. Versiones de un texto, un libro en el que se presenten los esbozos y las correcciones: una traducción de lo inacabado. Non finito

En realidad, la poesía es la versión de algo que se conoce pero que no se comprende en su totalidad. La primera lectura sobre la obra y sus posteriores lecturas sacan distintos borradores e interconexiones más un análisis de la propia construcción textual. De este modo tenemos la visibilidad de las soldaduras y damos cuenta de los textos que han conformado las diferentes creaciones. Esto es la memoria personal de la vida de un poema. Una forma de creación en movimiento, una manera de reunir fragmentos y tonos a modo de desnudez creativa. W. Iser expuso esos espacios de indeterminación, esos elementos “no dichos”, los cuales pueden caber en un poemario. Pero con esto no quiero decir que estas cuestiones no posean sus antecedentes, ahí están Ignacio Prat, Eduardo Scala, José Miguel Ullán, Leopoldo María Panero, Guillermo Carnero o Eduardo Haro Ibars y más cerca en el tiempo, Chantal Maillard desde Matar a Platón; e incluso con la poesía visual. O en el lado latinoamericano con José Kózer, Paulo de Jolly, Francisco Magaña, Juan Luis Martínez, Enrique Bacci, etc. 

Jung nos apuntaba que había que construir el ego en una primera etapa para después en otra posterior deshacerlo. Este mismo movimiento podemos trasladarlo a la producción textual: empezar a edificar (mostrarlo) y comenzar de derribarlo (reflejarlo). Los poemas llevan dentro otros poemas y del mismo modo que las identidades contienen otras identidades. Los límites del poema son tratados como una ficción porque no son una “verdad incuestionable”, ni un ámbito definitivo. Por eso tenemos unos textos posibles y unos textos reales, por eso tenemos unos Otros posibles y unos Otros reales. Hurgar en las zonas ocultas de la identidad, por ejemplo, en la relación de los heterónimos (Luis Yarza, Pablo Gaudet, Jimena Alba o Óscar de la Torre) con el ortonónimo en una misma obra o la relación y difuminación del trato “lector-autor” (en Inclinación al envés, tenemos a otros coautores, Ángel Cerviño, Alejandro Céspedes, César Nicolás y Marco Antonio Núñez).

La exploración del poema equivale a la exploración de la alteridad, la de la propia textualidad, que en sí es una otredad. “Atrévete a desear al Otro por sí mismo” decía el ensayista César Moreno, observación que podríamos parafrasear como “Atrévete a desear al Poema por sí mismo”, a lo cual podríamos añadir: “y para ello muestra toda la amplitud procesual de su belleza”. ¿Por qué no exponer las diversas estratificaciones del poema? ¿Por qué quedarnos tan solo en la codificación de lo supuestamente definitivo? A través de R. Barthes Óscar de la Torre comentaba que “ese diálogo también nos remite a la visión del texto como tejido” y aún más hacia la acepción de catálisis como una ampliación, desde un punto de vista teórico, de la frase de una manera ilimitada (la obra como frase infinita). Tejido y asimismo “une tresse de voix différentes”, pero también de soledad, la soledad de la obra y de su hacedor.   

Esa exposición de los procesos e identidades que pueblan el poema define el “sentido de la posibilidad como facultad de pensar en todo aquello que podría igualmente ser, y de no conceder a lo que es más importancia que a lo que no es” (Robert Musil al fondo). Ese mundo de la posibilidad hace hablar a otras partes del texto poético. Por eso, la lectura se convierte en escritura, por eso, la creación es interpretación y viceversa. De este modo las posibles pérdidas no se sienten como pérdidas sino como ganancias, ganas terreno a los límites de la poesía (ganas terreno a los límites de la identidad). La recepción por parte del poeta de esas porciones del todo poético e identitario supone una experiencia más amplia de la creación. Esos otros textos, al igual que los Otros del ámbito de la identidad, aclaran las áreas oscuras del poema, esas que apenas poseen voz en el mismo. No se trata de ser fragmentario ni darse al silencio ni de caer simplemente en una serie de logofagias, sino de presentar estos diversos elementos retóricos en una misma obra e intentar añadir las identidades que normalmente no se perciben en el poema. Deshacer la escritura en la lectura, en la propia crítica del texto. Pura ruina, pero con de deseos completitud. 

Entonces, también el poema puede verse como una traducción, la traslación de un discurso roto, que se requiere unitario y por esta razón queremos dar cuenta de ello. De ahí que se busque un lector cómplice, un lector investigador, un lector creador, un lector que se esfuerce en la lectura (disculpen que me haya puesto tan estupendo a lo largo de estas reflexiones, pero en tiempos tan epigonales es necesaria la artillería pesada). De este modo es posible concebir el acto de lectura como ejercicio de creación, pues el receptor se convierte en un actor crítico e integrante real del poema. La voluntad de diálogo ejerce, desde este punto de intersección y al mismo tiempo, una construcción y una destrucción, la ruina y la casa en un mismo poemario. Para P. Ricouer la procedencia de cada libro viene de un residuo que le precede (también la formación de los otros, ya sean heterónimos u otro tipo de construcciones identitarias) y nosotros nos encuadramos en esta concepción. Una dialéctica entre la distancia y la pertenencia con y al poema, con y a la otredad. 

Y finalmente podemos afirmar que la historia continuará…




Pequeña formación del universo

 “Me pregunto por dónde se empieza
cuando el poema hace su poema.”
Tedi López Mills

                                                                      (Primer movimiento)
                                                                                  

el                                                                                           inicio
de
la
música
es                                                                                           dolor
del                 
cuerpo                                    lo
dice
la                                                        sangre                                    en
las                                                      manos
en
el
bosque                                                           hay
una                                                                            simetría                                 
de
corcheas                                             y

si                                
bemoles
quizás
seas                                                                                                   la
única                                                  que
lo
puedas
ver
 sabes
que                                                                                        el
tempo                                     de                                                                   los
verdes                                                            ya
no                                           es
flexible
afinaste                       los
instrumentos
con                                                                                                                la
pluma
de       
la         memoria
y
el
olvido



                                                           ***


                                                                                 (Segundo movimiento)
                                                                                  

El inicio de la música es dolor del cuerpo, lo dice la sangre en las manos.
         En el bosque hay una simetría de corcheas y sI BeMoLes.

Quizás, seas la única que lo pueda ver. Sabes que el tempo de los verdes ya no es flexible, así que afinaste los instrumentos con la pluma de la memoria y el olvido.

Nos sangraron las manos, pero la música salió y salieron las enganchadas de las llaves en las puertas, los frenazos de los autobuses,
la mala poesía de los epígonos                                 y
la bella cucaracha corriera (¿corriera?) por lo dorado.

El mejor solo lo hicieron los pájaros carpinteros y Charlie Parker
se enrollo en el caracol del oído.

Si hubieras visto cómo la ORQUESTA nos hacía vivir los ojos, veíamos cómo
caía el sudor de los músicos en la melodía.

y todo acababa con el pequeño tamboril del niño.

Qué bien lo habíamos pasado                                    y         cuánta verdad.


Las palabras alguna vez nos hacen caso. Sabemos que la usura de los reyes
y los mercados PASAN y pasan.

A nosotros nos cayó
la técnica de rasgar
las cuerdas                                         del vértigo y la altura

                                                           ***


                                                                                   (Tercer movimiento)
                                                                                 
La raíz de la música es dolor
del cuerpo,
lo señala la sangre de las manos.

En el bosque concurre
aquella simetría
de corcheas y si bemoles.
Quizás, seas la única 
que lo puedas mirar.

Sabes que el tempo
de los verdes ya no es flexible,
así que con la pluma
de la memoria y el olvido
afinaste los instrumentos. 

Nos sangraron las manos,
pero la música salió
y salieron las enganchadas
de las llaves con nuestras puertas,
los resbalones de aquel joven,
la nefasta poesía de los epígonos
y la coqueta cucaracha
con su paseo por tus días.


Concibieron los pájaros carpinteros
el mejor solo
y Charlie Parker se enrolló
en la azul caracola de la oreja.

Si hubieras contemplado cómo
la orquesta nos hacía

vivir nuestra mirada,
observábamos cómo
descendía el sudor
de los músicos hacia
la fugaz melodía.

Y todo terminaba
con el pequeño tamboril del niño.
¡Qué bien
lo habíamos pasado! 
y ¡cuánta verdad hubo entonces!

Alguna vez nos hacen caso
las palabras y las amamos. 

(Julio César Galán, El primer día, La Isla de Siltolá, 2016)


(1) Óscar de la Torre (Bello, Teruel, 1973). Estudió Sociología en la Universidad de Salamanca y se doctoró en la misma con la tesis: La identidad como signo. Antropología de la palabra social. Trabajó en el Centro de Estudios Sociológicos durante cinco años, ocupación que abandonó tras sufrir un grave accidente. Entre sus ensayos cabe destacar, El autor como crítico: la única crítica (2010, Teruel), Misticismo y heteronimia (Teruel, 2011), Pessoa-Machado-Fonollosa (México, 2011), Una historia de los epígonos poéticos españoles (Madrid, 2014) y La misantropía como humanismo (2014). Algunos de sus artículos se han publicado en Ínsula, Quimera o Revista de Occidente.
(2) El primer día, poemario que publicará la editorial Isla de Siltolá en 2016, es principalmente el resultado creativo que va desde 1996 hasta 2003 (más sus posteriores estiramientos hasta 2015).