11 de julio de 2017

Entre la investigación y el artefacto

Por Antonio Rivero Machina

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La propuesta lanzada por Amador Palacios en La flor de humo (Ediciones Vitruvio, 2015) constituye, como poco, todo un desafío. Un enorme desafío para su autor, por las razones que ahora diremos. Un sugerente desafío, igualmente, para el lector, por motivos semejantes. Efectivamente, Palacios ha titulado –y sobre todo subtitulado– su extenso estudio sobre el poeta palentino de la siguiente manera: La flor de humo (Autobiografía apócrifa de Gabino-Alejandro Carriedo). Con este artificio, declarado desde el mismo punto de partida, Palacios se sitúa en un espacio indeterminado entre la biografía, la ficción –desde el momento en que un Carriedo póstumo se narra– y el ensayo crítico. Un ejercicio de funambulismo prácticamente imposible en el que resulta muy difícil cruzar al otro extremo del fino cable tendido sobre el abismo sin alguna vacilación. Palacios, en cualquier caso, cruza el abismo. No es pequeña hazaña.
Pero es que la cosa no se queda aquí. En la portadilla de La flor de humo advertimos un segundo subtítulo que reza así: Un relato interpretativo de la poesía española durante el franquismo. ¿Estamos pues ante una monografía sobre el autor de La sal de Dios o ante una panorámica de la poesía española durante las décadas centrales del siglo XX? La respuesta, como ya sospecharán, es que ambas –y, si somos puristas con los géneros académicos, ninguna–. Ya avisábamos: La flor de humo es todo un reto desquiciante y delicioso.